diciembre 03, 2013

Xibalbá, el inframundo maya

En la mitología maya Xibalbá o Xib'alb'a es el mundo subterráneo regido por las divinidades de la enfermedad y la muerte: Hun-Camé y Vucub-Camé. Forma parte importante dentro del ciclo mítico de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué narrado en Popol Vuh de los mayas quichés. En el siglo XVI, tradicionalmente se le ubicaba a la entrada de una caverna cercana a la localidad de Alta Verapaz, en las cercanías de Cobán, Guatemala.

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El Xibalbá es conocido principalmente por la descripción que de él hace el Popol Vuh (Pop wuj, en k'iche') cuya traducción sería "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad", descubierto en época posterior a la conquista española en el siglo XVIII, traducido al latín por Fray Francisco Ximénez desde una perspectiva católica. Por lo tanto, se refiere al Xibalbá como el infierno cristiano, un mundo telúrico gobernado por los Ajawab del Xibalbá o los "señores del inframundo".

Sin embargo el concepto de "mal" está explícitamente representado en las características de otros seres de la mitología maya, como Wuqub Qak'ix y su familia, o en defectos en las personalidades de los primeros seres humanos creados. Xib'alb'a no es entonces el infierno, ya que representa a la muerte y la enfermedad, vistas como parte de la existencia y no como castigo. Es más preciso referirse a Xib'alb'a como el inframundo.

Una de las partes del Popol Vuh narra el enfrentamiento entre los Señores de Xibalbá y dos pares de gemelos divinos: en primer lugar Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú, y tras ser derrotados, los hijos del primero de ellos: Hunahpú e Ixbalanqué, que saldrán victoriosos gracias a su ingenio y conocimiento de la magia.

En ambos casos, los gemelos son llamados por los Hun Camé (Uno Muerte) y Vucub Camé (Siete Muerte), señores principales del Xibalbá debido al escándalo que provocan al realizar el juego de pelota, por lo que les retan a jugar en sus dominios.

La derrota de Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú les trae como consecuencia la muerte y el posterior descuartizamiento, siendo colocadas sus cabezas en las ramas de un árbol del mundo inferior que tras esto floreció y dio frutos. De uno de esos frutos saldría la savia que tocaría Ixquic, señora también del Xibalbá, con lo cual quedáría encinta de Hunahpú e Ixbalanqué.

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«Después descendieron al camino que lleva a Xibalbá, de pendientes muy en declive. Habiendo descendido así, llegaron al borde de los ríos encantados de barrancos llamados Barranco Cantante Resonante, Barranco Cantante, que pasaron sobre ríos encantados con árboles espinosos; innumerables [eran] los árboles espinosos, pasaron sin hacerse daño . En seguida llegaron al borde del río de la Sangre , [y] allí pasaron sin beber. Llegaron a otro río, de agua solamente; no habiendo sido vencidos, lo pasaron también. Entonces llegaron allí donde cuatro caminos se cruzaban: allí fueron vencidos, allí donde cuatro caminos se cruzaban. Un camino rojo, un camino negro , un camino blanco, un camino amarillo; cuatro caminos.» Popol Vuh
LA RUTA SAGRADA

En tiempos recientes, Xibalbá se ha convertido en un verdadero reto para arqueólogos e historiadores. Después de varias investigaciones, en el proyecto, titulado «El culto al cenote en el centro de Yucatán», se encontró un vestigio de la puerta al Inframundo. Gracias a las investigaciones, se pudo hallar una cueva donde se encontró una calzada de casi cien metros de largo.

Ésta posee un tipo de cimiento y un sistema constructivo similar al de las calzadas de la zona arqueológica de Chichén Itzá, y la que podría considerarse la puerta al Inframundo se encuentra semioculta. La vía a ésta es una especie de portal natural, tapiado con piedras labradas, y su entrada no rebasa el metro de altura y los 50 ó 60 cm de ancho.

Por si fuera poco, en el yacimiento se encontraron restos óseos humanos y fragmentos de cerámica. También hay esculturas, como la de un sacerdote con el tocado del dios de la muerte, y glifos pintados y grabados. Cabe resaltar que en Yucatán se han reconocido por lo menos 14 sitios con este tipo de elementos rituales, en municipios como Tecoh, Homún, Kantunil, Chocholá y Abalá.

Tras una titánica investigación documental, basada en las crónicas del siglo XVI, donde se mencionan 17 cuevas y cenotes en los que los mayas efectuaban sus ritos, los arqueólogos creen que la tupida selva del Estado oculta muchos más restos de esta cultura prehispánica.

Quizá las cuevas y cenotes son el inicio del camino místico, o al menos ésa es la hipótesis del equipo de investigadores de la Universidad Autónoma de Yucatán y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Los templos dedicados al culto de Xibalbá resultan un misterio, y su descubrimiento un reto similar al de aquel pasaje narrado en el Popol Vuh.


Texto: Wikipedia / marcianosmx.com
Imágenes: Deviantart
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