junio 18, 2015

Libro: Cantos Épicos Rusos


Cantos épicos Rusos
Ed. Gredos

El presente volumen de Cantos Épicos Rusos representa la primera traducción al español de la épica oral rusa. Estos poemas, llamados bylinas, tienen la particularidad de que, habiendo sido compuestos a partir del siglo XI, se han mantenido en la memoria popular colectiva de forma oral hasta su transcripción a mediados del siglo XIX. Sus héroes, poseedores a menudo de cualidades fantásticas y poderes sobrenaturales, abanderan la defensa de la Gran Madre Rusia contra la invasión extranjera. En estas narraciones se suceden los episodios de luchas contra los dragones y hechiceras malvadas; mágicas transformaciones, viajes de aventuras y peregrinaciones a Tierra Santa.

Los poemas traducidos pertenecen a los ciclos mitológico, de Kiev y de Novgorod y recogen poemas que se supone compuestos desde el siglo XI hasta el XVI y se han elegido los textos de los héroes más famosos o representativos de la tradición rusa. La presente edición consta de una introducción en la que se ha querido dar cuenta de los diversos problemas a los que se enfrenta el estudioso, filólogo o historiador, en el estudio de estos textos, sin menoscabar la información general necesaria para un lector no especializado que se acerque por vez primera a estos poemas. La traducción ha querido mantener el sabor folclórico del original, el lenguaje coloquial y a veces soez con que los textos llegaron ya a nosotros. Podrá argüirse que carece de la solemnidad de otras tradiciones épicas europeas, pero sin duda estamos ante un fenómeno literario que, como el Romancero español, nos trae el sabor de otras épocas.

El lector especializado en literatura medieval tiene la oportunidad por vez primera de leer en español unos textos pertenecientes a la tradición europea hasta el momento desconocidos o inaccesibles y, como el lector no especializado, tiene ocasión asimismo de descubrir un mundo entero de seres fantásticos y valientes héroes.



SADKO DE NOGOROV Y SU SALTERIO

Hubo una vez un músico en Nogorov llamado Sadko que se ganaba la vida tocando su salterio en los banquetes que organizaban los más ricos del lugar. El instrumentista vivía muy modestamente y aunque era feliz, en su corazón latía el anhelo de viajar y poder vivir aventuras más allá de los mares.

El curso de su vida no parecía que fuera a cambiar, y así hubiera sido si al Ángel que rige el destino de todos los seres humanos no se hubiera interpuesto en su camino. De improviso y sin razón aparente, los comerciantes que atendían a su sustento dejaron de llamarle para sus celebraciones. Por más que Sadko intentó revertir la situación, todo resultó inútil. Tal pareciera que el estilo de su música había pasado de moda o, por lo menos, que a nadie ya le resultaba interesante. 

Profundamente deprimido, se dirigió a las orillas del lago Ilmen, donde a lo largo de un día y una noche toco la melodía más triste y melancólica que nadie hubiera escuchado jamás. En el amanecer del segundo día, una inmensa ola se elevó desde el fondo del lago y fue directamente hacia él. Sadko, asustado, escapó tan rápido como pudo y dio gracias por haberse salvado del extraño oleaje.

Pero a los tres días se repitió el fenómeno y,  en esta ocasión, Sadko pensó que no tenía nada que perder, se mantuvo quieto esperando que la gigantesca ola terminara con sus penurias. Sin embargo, la ola se detuvo justo ante él, y de su interior salió el Señor del Lago. Se dirigió a él y le dijo:

-Tu música ha sido una fuente de enorme regocijo para todos los habitantes de estas aguas y es por ello que he decidido ofrecerte una recompensa. Escucha con cuidado y haz lo que te digo. Mañana recibirás una invitación para la mayor fiesta que se haya celebrado nunca en Nogorov. Mientras estés allí, todos los comerciantes han de presumir de algo. Cuando esto ocurra, haz tu lo mismo y alardea de que eres capaz de encontrar peces de oro en las aguas del lago. Se burlarán de ti y es entonces cuando deberás apostar tu cabeza contra sus mercancías. Después de que ellos acepten, fabrica una red y échala tres veces al lago en su presencia. Cada vez que la recojas encontraras en su interior un pez de oro.

Sadko, todavía asombrado, regresó a Nogorov, donde todo lo anunciado comenzó a cumplirse sin tardanza. En efecto, fue invitado a la más importante celebración anual de la ciudad y a ella asistieron los más notables hombres de negocios y comerciantes de toda la zona.

Durante la fiesta, el vino y los licores corrían como el agua; llegó un momento en que los comerciantes cada vez más achispados comenzaron a presumir como pavos reales. Éste de su fortuna, aquél de su vista para las mujeres y otros de su valentía. Sadko supo que aquel era el momento justo y les habló de los peces de oro del fondo del lago. Ante sus risas, puso su vida en juego y el trato fue firmado ante la más alta dignidad de la ciudad.

Cuando al día siguiente, acompañado por los comerciantes, Sadko arrojó la red al río y, en las tres ocasiones que la sacó de las aguas, en su interior había un pez de oro. Los que habían realizado la apuesta se vieron obligados a cumplirla y así Sadko, de la noche a la mañana, se convirtió en el hombre más rico de Nogorov.

En su nueva posición, el antiguo músico se unió al gremio de comerciantes y comenzó a realizar todos los sueños que su alma albergaba. Viajó más allá de las fronteras conocidas y amasó una enorme fortuna. Se casó con la más bella muchacha de Nogorov y construyó una magnífica mansión de piedra blanca con cúpulas doradas.

En poco tiempo llegó a tener una flota de treinta barcos y su nombre comenzó a resonar más allá de las fronteras de Rusia. Sadko era por aquel entonces el hombre más feliz del mundo, hasta que un día...

De regreso de uno de sus viajes, con las bodegas del barco completamente cargadas de barriles de oro, la nave en que viajaba dejó de moverse. A pesar de que las velas ondeaban, el barco permanecía quieto, como si una mano invisible lo mantuviera anclado al fondo del mar.
Sadko se dio cuenta pronto de lo que ocurría y se dirigió a sus hombres diciendo:

- Durante muchos años hemos navegado por mares inciertos, sin rendir tributo al Rey del Mar, así que él mismo ha venido a cobrárselo en persona.

Ordenó arrojar los barriles de oro por la borda, pero todo resultó inútil. Entonces Sadko se volvió a dirigir a su tripulación con grave semblante:

- Mis valientes, está claro que el Señor del Mar desea un sacrificio humano, así que lo echaremos a suertes. Cada uno grabará su nombre en una astilla de madera, lo meteremos en una bolsa de arpillera. Extraeremos una y el nombre que salga será deberá ser abandonado en el mar para el beneficio del resto.

Sadko, que no había incluido su astilla en el sorteo, descubrió horrorizado que era su nombre el que aparecía grabado en la madera. Comprendió en ese momento que el Señor del Mar sólo le quería a él y decidió resignarse a su destino. 

Tras poner todos sus asuntos en orden con su hombre de mayor confianza, subió en una pequeña barquita y se alejó del barco mientras tocaba su salterio y recordaba entre lágrimas los extraordinarios episodios vividos a lo largo de su vida.

Cuando la barca se hubo alejado, el navío fue liberado de la  extraña maldición y pudo reemprender su marcha. Sadko entonces se quedó dormido y al despertar se encontró caminando por el fondo del mar. A lo lejos pudo observar un suntuoso palacio, adornado con todo tipo de riquezas y hacia allí se dirigió sin dudarlo. El Señor del Mar, sentado en su inmenso trono, parecía estar esperándole. Cuando estuvo cerca le dijo:

- Saludos, Sadko. Durante mucho tiempo has gozado de los mares sin pagar nada a cambio, ya es hora de hacer cuentas. Dicen que eres un excelente músico, así que te ordeno que toques para mi deleite.

Sin vislumbrar la más mínima posibilidad de escape, Sadko comenzó a tocar su salterio y el ritmo de la música satisfizo tanto al rey de los mares que se puso a danzar. Pero su baile produjo enormes olas que anegaron muelles y hundieron barcos en toda la costa, causando la muerte y la desgracia de muchas personas.
  
Sadko ignoraba todo aquello y ni siquiera sabía el tiempo que llevaba tocando cuando se le acercó un venerable anciano de pelo blanco quien, amablemente, le pidió que dejase de tocar. Sadko así lo hizo y le dijo que el hechizo del señor del palacio le tenía prisionero. Entonces, después de escuchar atentamente su historia, el anciano le aconsejó:

-Rompe las clavijas del salterio. Cuando el Señor del Mar se dé cuenta que no puedes seguir tocando, intentará buscar otro sistema para mantenerte en su poder. Te ofrecerá entonces en matrimonio a una de sus hijas. Ante ti pasarán doscientas doncellas, cuando lo hayan hecho aparecerá una doncella de negros cabellos. Ella debe de ser la elegida, pero, ¡cuidado! no debes dormir con ella la noche de bodas. Si haces lo que te digo mañana mismo despertarás en Nogorov. Cuando regreses a la Santa Rusia, debes construir una iglesia en honor a la Virgen. Pero, por los males que has causado a otros, no podrás volver a cruzar los mares ni a tocar tu salterio.

Sadko decidió seguir las palabras del anciano al pie de la letra. Tras romper las cuerdas de sus salterio, apareció el Señor del Mar que le ofreció en matrimonio a una de sus hijas. Una vez Sadko hubo elegido se organizó un esplendido banquete y, cuando la nueva pareja se retiró, Sadko ni siquiera tocó a la muchacha. Al rato cayó en un profundo sueño y despertó a orillas del rio Chernava, justo a tiempo para ver llegar sus barcos al puerto de Nogorov.

Los hombres de Sadko no salían de su asombro al verle, pues le creían muerto en las más oscuras profundidades del mar. La extraña aventura fue celebrada por todo Nogorov durante más de una semana. Sadko cumplió la promesa de construir una hermosa iglesia a la santísima Virgen, rogó a Dios para que sus pecados le fueran perdonados y nunca más volvió a viajar por mar ni tocar su salterio.

El resto de sus días fueron dichosos, pero en ocasiones sentía una profunda melancolía, pues las dos cosas que más había amado a lo largo de su vida le habían sido prohibidas para siempre.


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