Músorgski encabezó la partitura con unas frases de su puño y letra, que desde un principio ayudaron a comprender mejor la atmósfera fantástica de la obra:
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Los aquelarres, o festividades del espíritu del mal, donde se reunían hechiceros y brujos, por lo general tenían lugar en las alturas de montes aislados, tales como Brocken o Brocksberg en Alemania, Blokula en Suecia y el Monte Calvo, cerca de Kiev. Muchas mujeres y hombres asistían a esas reuniones y las brujas eran las más honradas por el Demonio... El que se embadurnaba con un ungüento especial caía en un profundo sueño. Entonces veía al Diablo en la forma de un negro macho cabrío, sentado en una piedra o en un tocón de árbol podrido... El macho cabrío era venerado del modo más vil... Empezaban las danzas en las que hombres y mujeres bailaban entre sí y también con los demonios que constituían el séquito del Demonio. La mayoría de ellos tenía la apariencia de lobos, machos cabríos, sapos y toda clase de reptiles. De inmediato se transformaban en apuestos jóvenes que se convertían en las parejas de las mujeres que asistían al aquelarre. Por lo general, bailaban espalda contra espalda. A esta altura ocurrían cosas inenarrablemente viles... Los aquelarres podían producirse cualquier noche y sólo diferían en el carácter de los pecados y de las cosas viles que tenían lugar allí. Sin embargo, por lo general se realizaban los viernes, la víspera del sábado, y el aquelarre principal anual se celebraba en la víspera de San Juan... Por la noche, las brujas, con el cabello suelto sobre los hombros, montaban sus escobas, tenedores de hornos, palas, escobas de ramas o escobas de paja y salían volando por las chimeneas hacia el aquelarre en el Monte Pelado.
Una noche en el Monte Pelado en el Proyecto Biblioteca Internacional de Partituras Musicales